En 1929, fue el amor a primera vista lo que salvó el Hautefort, con la llegada del barón Henry de Bastard y su esposa Simone. Fascinados por el lugar y su historia, devolvieron la vida a la casa y sus jardines. Sola tras la muerte de su marido en 1957, la baronesa terminó las obras y se instaló en el castillo en 1965. Sin embargo, la noche del 30 al 31 de agosto de 1968 asistió impotente al incendio del edificio principal del castillo.
Al día siguiente, la baronesa de Bastard decide restaurar de nuevo su castillo. Conmovidos por su pasión y su determinación, todos se movilizaron para ayudarla y animarla, desde los habitantes del pueblo hasta personalidades de la época como Pierre de Lagarde y André Malraux. Una multitud de nuevos entusiastas, anónimos y conocidos, contribuyeron a salvar uno de los monumentos más prestigiosos del suroeste de Francia.
Para preservar este importante patrimonio, la Baronesa creó la Fondation du château de Hautefort, reconocida de utilidad pública en 1990. El mecenazgo de Michel David-Weill, sobrino de la Baronesa de Bastard, y de su esposa Hélène, ambos grandes coleccionistas, fue decisivo para la restauración y conservación del Hautefort.